Coronemos la vida
- Juan Pablo Rojas
- 18 mar 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 20 may 2020

Desde hace muchos siglos los tiempos cambian como cambia el corazón de los seres humanos. A veces los tiempos son como canciones de Semana Santa que requieren ser entonados con instrumentos de Navidad.
Un día la humanidad crucifica con vehemencia a quienes buscan el mayor bien para todos, el otro día esa misma humanidad corona a peligrosos emperadores que pronuncian sus rebeldes discursos sobre verdes praderas y algunas tarimas de papel.
Tragedias como la Segunda Guerra Mundial y las pestes en los años anteriores al nacimiento de Jesucristo, advierten los peligros por los que pasa un mundo lleno de fragilidades y fortalezas, defectos y virtudes. Virtudes con las que todos nacemos pero que algunos practican más, defectos que todos tenemos pero que algunos logran equilibrar más. Por eso un pueblo es sabio, cuando identifica esos errores y los corrige en el momento justo para que no terminen desafinando por completo los himnos nacionales.
Pues dolorosamente desde China hasta México mueren muchas personas al día, en muchos lugares del mundo nacen muchas vidas al día y ésto último nos debería llenar de alegría. Porque cada día se escriben nuevas Biografías con buena Ortografía, mientras en medio de nuestra monotonía, perdemos de vista el valor de las almas y su única melodía.
Y cuando la humanidad desafina su melodía, es cuando siente con mayor claridad la mirada Dios, quien espera con paciencia y bondad a que volvamos todos la mirada hacia Él.
Porque precisamente la política, la economía, la cultura y la mayoría de actividades humanas, han perdido un poco el verdadero sentido del servicio y la verdad, y ya algunas profesiones no garantizan el respeto y la honestidad.
Por eso todos necesitamos directores de orquesta que nos dirijan con paciencia y transparencia, siendo eso lo que más cuesta, porque solo quien habla, canta, camina, siente, piensa y vive en la verdad, sin oportunismo ni deseos de protagonismo, es capaz de dirigir aunque le cueste la vida.
Quienes enseñan a conservar la libertad por el camino del sacrificio cotidiano, del respeto a las autoridades, del auto-control, de la pureza y de la verdad, sabrán encontrar en cada instrumento la melodía perfecta.
Quien no desprecia, ni aborta, ni humilla, ni vende, ni compra la vida humana, sabrá dirigir la orquesta porque la vida merece ser coronada, entonada y celebrada, en todas sus etapas, tiempos, tonalidades y ritmos.
Coronemos la vida.
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